A primera vista, este pequeño altar parece estar decorado totalmente en alambre o laminilla de oro. La apariencia es la de una filigrana similar a la de la joyería del Istmo de Tehuantepec. Sorprende la precisión de su concepción y la minucia del oficio, especialmente cuando se aprecia que el trabajo está realizado con un material efímero: papel dorado.
El soporte tridimensional de forma cuadrangular fue realizado para albergar la imagen, como si se tratara del retablo de un templo barroco. Al centro está la Virgen de Guadalupe.
Tiene a su lado izquierdo una cruz y, al derecho, una serpiente o dragón chinesco. Sobre la imagen central se proyecta un dosel, que se asemeja al nicho central de un retablo. Sobre éste se posa un águila con las alas desplegadas y en la parte superior se ha colocado el símbolo radiante de Dios Padre, que domina todo el conjunto.
La serpiente magnificada al mismo tamaño de la cruz es un rasgo iconográfico extraño, como si la imagen de la Virgen guardara el equilibrio entre el bien y el mal. La delicada obra de arte popular no parece tener un origen conventual.