Introducción
En el marco de la celebración de los 15 años de la apertura del Museo del Noreste, estaremos compartiendo en este espacio, algunas de las obras que conforman el acervo de la exposición permanente del museo. Una de estas piezas es el óleo realizado por el pintor novohispano Antonio de Torres donde está representado san Francisco de Asís.
Antonio de Torres, nacido en 1667 en la Ciudad de México, fue uno de los pintores más prolíficos y populares de su época; sus obras, entre las que se encuentra una vasta producción de imágenes de la Virgen de Guadalupe, se encuentran diseminadas por los actuales estados de San Luis Potosí, Guanajuato, Hidalgo, Guadalajara, Zacatecas y Aguascalientes.
Los atributos de san Francisco
En esta representación de san Francisco, Antonio de Torres detalla al santo con los atributos iconográficos que le caracterizan: el sayal (una especie de túnica fabricada de lana) con un cordón de tres nudos atado a la cintura que representan los tres votos de la orden franciscana (pobreza, castidad y obediencia) y los estigmas o marcas de Cristo en las manos y los pies. En su mano izquierda, sostiene un cráneo, el cual es un símbolo de la fugacidad de la vida.
Este tipo de obras en las que se hace alusión a la figura de un santo preservaron el fervor cristiano y formaron parte de Iglesias y conventos, algunos de los cuales estaban consagrados al santo en particular. También se podían encontrar en algunas casas particulares u hospitales, ya fuera para pedir alivio espiritual o la intercesión del santo en algún problema, conforme al pensamiento de la época.
La orden franciscana en la Nueva España
La conquista hispana de América no solo fue militar, sino también lo fue espiritual. Esta última representó un gran impacto en la vida de los habitantes de los territorios americanos y consiguió arraigarse tras décadas de evangelización e imposición de la doctrina católica. Los frailes de la orden franciscana arribaron a América, entre los años 1523 a 1536, casi a la par de los conquistadores.
Al llegar a tierras, los franciscanos vieron la posibilidad de que los indígenas se convirtieran al catolicismo, fundamentado en la pobreza y el trabajo, tal como se los había enseñado san Francisco de Asís, fundador de su orden. Este personaje, era uno de los referentes católicos más difundidos en Europa, desde 1228, fecha de su canonización.
La evangelización alcanzó todos los aspectos de la vida, y durante los casi 300 años de vida novohispana, ninguna manifestación artesanal o artística estuvo ajena a esta campaña de instrucción continua. Es por ello que la mayoría del arte virreinal se remite a la representación de imágenes religiosas, como es el caso de la obra que aquí se presenta realizada por Antonio de Torres y Lorenzana.
Los preceptos de san Francisco fueron introducidos por los misioneros en América, mediante una labor educativa, enseñando oficios a los naturales, pero principalmente adoctrinándolos en la enseñanza de los dogmas del cristianismo, sobre todo en la existencia de un Dios único. Miles de indígenas fueron convertidos, bautizados y catequizados.
La pintura aquí referida forma parte del mezzanine número 5 del Museo del Noreste, donde se aborda la religiosidad entre la sociedad mestiza del noreste colonial y el predominio de imágenes iconográficas como esta.