El desarrollo artístico de Leandro Izaguirre (1867- 1941) se gesta durante el Porfiriato. Ingresa a la Academia en 1884 y en 1886 recibe una pensión de pintura. Al amparo de ésta, cumple el compromiso de realizar algunas obras de carácter histórico, la más famosa de las cuales es “El suplicio de Cuauhtémoc”, de 1893. Años más tarde se le comisiona para realizar trabajos en Europa, donde copia algunas obras clásicas, en particular de los maestros españoles, y pinta escenas costumbristas al estilo italiano.
Su representación de Vicente Guerrero es fiel a la iconografía del caudillo de la Independencia, que para la fecha de la obra que aquí vemos tiene una historia de poco menos de un siglo. Lo presenta con el uniforme militar del Ejército Trigarante, la abundante cabellera rebelde y las patillas que enmarcan su tez morena. Apenas un gesto grave alude a su condición de hombre de acción, destacado por su liderazgo en los hechos de armas, más que por su actividad en la política o el cargo público.
Vicente Guerrero (1783-1831) fue el último jefe de los insurgentes, y sostuvo una guerra de guerrillas en las provincias del sur. Después de una entrevista con Agustín de Iturbide, que había sido enviado a combatirlo, juró el Plan de Iguala, gracias al cual se logró la Independencia en 1821.
En 1829 perdió las elecciones, pero gracias al motín de la Acordada logró acceder a la presidencia el primero de abril. Su escasa cultura lo llevó a asesorarse de sus compañeros de la logia yorkina, e incluso del representante de los Estados Unidos. El vicepresidente Anastasio Bustamante se rebeló contra él, y el Congreso, que meses antes lo había apoyado, lo destituyó el 17 de diciembre. No obstante, los gobiernos republicanos lo reconocerían después como uno de los legítimos consumadores de la Independencia.