Representantes de los conservadores mexicanos habían visitado las cortes europeas en busca de un monarca. Napoleón propuso a Fernando Maximiliano de Austria (1832-1867), con quien posteriormente acordó el apoyo económico y militar de Francia. En octubre de 1863, ante una comisión que lo visitaba en su castillo de Miramar, Maximiliano aceptó la corona de México a condición de que se demostrara la aceptación de la mayoría de los mexicanos. Satisfecho por un plebiscito realizado en regiones específicamente elegidas, llegó el 28 de mayo de 1864 a Veracruz, acompañado de su esposa Carlota Amalia de Bélgica (1840-1927).
El país se encontraba dividido por una guerra civil y medio siglo de contiendas entre facciones diversas, por lo que, antes y después de su llegada, la campaña para promover el Imperio fue intensa. Circulaban fotografías y objetos suntuarios que los caballeros y damas de sociedad lucían para mostrar su adhesión al emperador y su vinculación con la aristocracia. Se distribuyeron miles de fotografías y tarjetas de visita con imágenes de los emperadores entre la población.
Los portarretratos que se muestran están realizados con un delicado trabajo de mosaicos de hueso ensamblados y pulidos. las pinturas, posiblemente realizadas sobre porcelana, representan los bustos de Maximiliano y Carlota a partir de los magníficos retratos que Albert Graefle pintó en 1865, y que presentan a la pareja con las galas de la coronación, una belleza idealizada y la grandeza de sus sueños imperiales.