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Retrato de Agustín Lara

Miguel Covarrubias
Siglo XX
Acuarela sobre papel
55 x 47 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

En las caricaturas de personajes dibujadas por Miguel el «Chamaco» Covarrubias (1904-1957), siempre hay más que un rostro reconocible: hay una síntesis de información visual que lleva consigo una atmósfera, una psicología y un entorno social; hay ritmo, humor, apropiación de elementos de las corrientes artísticas de su tiempo y una celebración de la cultura popular.

Covarrubias fue un gran artista del lápiz, pero sus contribuciones a la cultura son múltiples. Ilustró libros y diseñó escenografías para teatro y danza; fue coleccionista e investigador de la etnología y el arte prehispánico, y promovió el aprecio por la danza contemporánea en México.

Nació en la Ciudad de México y a los catorce años ya trabajaba como dibujante. A los diecinueve partió a Nueva York y a los veinticinco publicaba caricaturas en las portadas de algunas de las revistas más difundidas en los Estados Unidos. A finales de los años veinte documentó la vida nocturna de los negros de Harlem con dibujos llenos de sensualidad y música de jazz. Viajó por países de Oriente y el Pacífico Sur, en los que dibujó tipos populares, y regresó a México en 1939, donde alternó su gran vitalidad entre el lápiz, los libros, los teatros, los museos y las excavaciones arqueológicas.

En el Retrato de Agustín Lara, el «Flaco de Oro» (1897-1970), el traje oscuro y la corbata de lazo describen la etiqueta del concertista, oficio constatado por la partitura en la mano, pero el sombrero de paja evoca la moda urbana para el día a finales de los años treinta y principios de los cuarenta. Los rasgos angulosos, la mirada aguda y sesgada, la ceja alzada y la postura ligeramente ladeada recogen la personalidad sutil y calculada del músico poeta.

El juego rítmico de las líneas aporta dinamismo y gracia al retrato. En los trazos es evidente que Covarrubias ha asimilado aportes del cubismo y el futurismo, así como un sentido de verticalidad y economía que proveen limpieza a la ejecución plástica.

Agustín Lara estaba aquí en su momento de mayor éxito. Nacido en Veracruz, tuvo también un comienzo precoz impulsado por su talento musical. A los trece años comenzó a tocar el piano en una casa de «mala nota», experiencia que marcaría la atmósfera y protagonistas de muchas de sus setecientas canciones. En 1930, al salir al aire la estación de radio XEW, tuvo un programa que le dio gran popularidad: La hora íntima de Agustín Lara. La honda emotividad de sus boleros y la versatilidad melódica de su piano le dieron fama por el mundo. La caricatura de Covarrubias posiblemente apareció en una revista de aquella época dorada.

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