En las primeras décadas de evangelización en la Nueva España, la producción de imágenes era una demanda de las órdenes religiosas para catequizar, provocar admiración, rendir culto y sustituir antiguas prácticas idólatras en las que también la imagen era venerada como si fuera la divinidad misma.
Más adelante muchas obras se dedicaron a exaltar las creencias defendidas por la Iglesia. En el siglo XVIII se produjeron obras para difundir nuevos temas de culto y argumentar visualmente las mismas ideas teológicas que se pronunciaban en los sermones. Uno de los temas más socorridos fue la devoción del Corazón de Jesús.
En esta obra anónima, posiblemente producida en un taller gremial muy cercano a una Orden, o por un miembro del mismo convento, se proclama el cumplimiento del deseo de Cristo, señalando en una escena el amor ardiente de los cristianos por él y la comunión de las cortes humana y celestial. Los corazones representan el amor y la compasión por el sacrificio de Cristo en la cruz, un sentimiento doloroso pero lleno de fe según se aprecia en las expresiones de los santos representados.
En su calidad de objeto artístico, la obra se ha descrito como una pintura de viaje. La imagen se ha elaborado para ser enrollada y guardada en la caja de madera, de manera que sea fácilmente portátil. Este género se adoptó en la Nueva España por influencia japonesa, a imitación de los e-maki, pinturas narrativas tradicionales que las personas desenrollaban poco a poco para seguir la narración, enrollándolas por el otro extremo. En el siglo XVII algunos japoneses establecieron talleres en la Nueva España, donde desarrollaron un arte llamado namban, porque retrataba o imitaba temas europeos en objetos realizados con técnicas orientales.
Muchos de estos objetos se hacían para viaje, como los arcones y estuches. Las pinturas en estuche pudieron realizarse aquí. Los artistas orientales incorporaron características del arte occidental, como la perspectiva y la pintura al óleo, y ejecutaban encargos de temas cristianos. Esta imagen debió interesar a un religioso conocedor de la historia cristiana y parece pensada para instrucción y discusión en un organismo canónico, como la Universidad o el Arzobispado.