Tan pronto como Maximiliano de Habsburgo aceptó la corona mexicana, comenzó a hacer preparativos para presentarse ante sus nuevos súbditos y ante las cortes europeas como monarca. En 1864 Franz Xaver Winterhalter (1805-1873), pintor de las cortes francesa y austriaca, realizó retratos de medio cuerpo de él y Carlota Amalia, y antes de salir para México le solicitaron que realizara sus retratos imperiales, de cuerpo entero y con los símbolos oficiales de poder. El artista no pudo aceptar, debido a otros compromisos reales, y pasó la comisión a Albert Graefle (1809-1889), que trabajaba en Munich.
Graefle retrató al futuro emperador de pie sobre un estrado, con un fondo de cortinaje y columna palaciegos ante un celaje. Maximiliano luce una suntuosa capa de armiño y uniforme del ejército austriaco; sobre el pecho destaca el Toisón de Oro; en torno a los hombros lleva el collarín de la Orden Imperial del Águila Mexicana, y a su lado izquierdo descansan sobre una mesa la corona y el cetro. El retrato de Carlota Amalia la muestra en un escenario similar al de su consorte, portando un traje de raso blanco con encaje y bordado de perlas, la corona sobre la cabeza y la condecoración de la Orden de San Carlos, fundada por ella misma al conmemorar el primer año del Imperio.
Los retratos les fueron enviados en junio de 1865. De éstos se sacaron fotografías que parecían tomadas de los personajes mismos y se pintaron copias pequeñas de los bustos para difundirlas como símbolos de adhesión o propaganda de los emperadores. No obstante, el retrato original no se presentó en salones públicos y Maximiliano decidió solicitar un nuevo retrato de coronación de tamaño natural, asignando la comisión al pintor mexicano Santiago Rebull (1829-1902), quien coordinaba asimismo la serie de retratos de los héroes de la Independencia que el emperador había solicitado para el Palacio Imperial.
El retrato de Rebull presentaba al emperador, de pie, mirando al frente, tal y como lo describía el periodista Victoriano Salado Álvarez: “Alto, casi gigantesco; el rostro era blanquísimo, con una ligera palidez que le comunicaba mucha gracia: los ojos eran azules, como ese fondo claro que le es propicio a los niños y que constituye quizás la muestra de su candidez…”. En dicho retrato, Maximiliano vestía el uniforme del ejército mexicano, llevaba una capa echada hacia atrás y las condecoraciones del Toisón de Oro y la Orden Imperial del Águila Mexicana, esta última creada por él mismo durante el Imperio; además portaba la banda roja y verde cruzada al pecho.
De acuerdo con la investigadora Esther Acevedo, el original de Rebull fue enviado a Italia, al castillo de Miramar que pertenecía al emperador. Otros pintores de la época se basaron en el retrato de Rebull para hacer los propios; se tiene noticia de uno que realizó Joaquín Ramírez –que actualmente pertenece a la colección del Museo Nacional de Arte–, y de otros seis ejecutados en tamaño natural y ocho más del busto. El retrato que forma parte del acervo del Museo de Historia Mexicana está firmado por José Obregón (1832-1902), uno de los más destacados pintores de la Academia de San Carlos y autor de obras de corte histórico como El Descubrimiento del pulque o Inspiración de Cristóbal Colón.