El 13 de septiembre de 1880 la compañía Ferrocarril Nacional Mexicano se adjudicó la concesión para manejar sus trenes con locomotoras de vapor. Su línea principal, que corría de la Ciudad de México a Laredo, se inauguró el 1° de noviembre de 1888, y entre 1901 y 1903 se transformó de vía angosta a vía ancha.
La locomotora es una gran maquinaria de hierro colado, con una gran caldera alimentada por agua. El vapor que genera sale por unas válvulas e impulsa alternadamente dos pistones que a su vez mueven unas bielas que hacen girar las ruedas. Las ruedas están unidas por un eje, de manera que se mueven uniformemente, con una diferencia de un cuarto de giro entre un lado y otro. La presión generada por el vapor le da el poderoso impulso para mover los vagones, así como el sonido característico de un tren en movimiento. La 2501 es un modelo para tren de pasajeros; se trata de una de las llamadas Clarines que se adquirieron en 1907, y cubría la ruta México-San Luis Potosí-Monterrey- Laredo.
El sistema ferroviario de México tuvo su mayor expansión durante el régimen de Porfirio Díaz; en 1910 contaba con 19 mil 205 kilómetros de vías férreas –más del noventa por ciento de lo que llegó a tener ochenta años más tarde–. No obstante, su historia se inicia mucho antes. En 1837 se había otorgado la primera concesión para construir el ferrocarril México-Veracruz, pero el proyecto fue abandonado en varias ocasiones, hasta que en 1873, el entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada realizó, junto con su comitiva, el primer viaje completo a Orizaba y a Veracruz. A partir de entonces el tendido de vías y la inauguración de líneas se sucedieron hacia distintos puntos del país.
Hacia 1904, la línea México-Laredo contaba con 245 locomotoras de vapor, 301 coches de pasajeros y 4 mil 262 para carga. Estas cifras dan una idea del beneficio que significó el ferrocarril, sobre todo para el transporte de materias primas y mercancías. Con la Revolución industrial en marcha en los Estados Unidos y Europa, los distintos países requerían metales industriales y otras materias primas y productos agrícolas de México. Asimismo, fue mucho más accesible hacer llegar maquinaria a las ciudades del interior de la República.
En 1899 se expidió la primera Ley General de Ferrocarriles, con el fin de anteponer los intereses nacionales a los particulares, de manera que pudiera completarse la red ferroviaria del país. En 1908, el gobierno de Porfirio Díaz adquirió el control de las acciones de las dos principales empresas, Ferrocarril Central Mexicano y Ferrocarril Nacional de México, fusionándolas para crear los Ferrocarriles Nacionales de México, cuyas siglas N de M se aprecian en nuestra locomotora.
En la vida diaria de finales del siglo XIX y principios del XX, el tren era una presencia fundamental. Sus horarios eran precisos y marcaban el ritmo de las poblaciones en torno a las estaciones. El correo llegaba puntualmente y las personas podían viajar largas distancias con mayor comodidad, amén de menor tiempo. Todas las regiones del país quedaron unidas por los rieles, propiciando la idea de integración nacional.
El ferrocarril fue un factor determinante para el desarrollo de la economía, pues la maquinaria y los productos de las minas y el campo podían trasladarse con mucha mayor rapidez. Más tarde también hizo posible el desplazamiento de tropas en la Revolución mexicana.