Su fabricación
A lo largo de la historia estos implementos se hicieron en barro, porcelana, cerámica y peltre. La maleabilidad del peltre lo convirtió en un material de gran aceptación para producir diversos artículos de uso doméstico como platos y contenedores; fue durante el siglo XVIII en Alemania que empezaron a recubrirlo con esmalte porcelanizado para evitar que el metal impregnara el sabor de los alimentos y las bebidas.
Los utensilios elaborados con peltre fueron mercantilizados hacia América donde las familias con mayor poder adquisitivo pudieron comprarlos, ya que eran exclusivos y poco conocidos. A finales del siglo XIX, con el establecimiento de algunas casas comerciales en ciudades como Monterrey, Saltillo y Torreón fue posible acceder a todo tipo de enseres domésticos, entre los que se contaban los conjuntos para el aseo personal.
Al mismo tiempo, el despunte de la industria en México permitió introducir procesos mecánicos que permitieron la elaboración de artículos de peltre, añadiéndoles diseños especiales, colores y motivos tradicionales. Una de las primeras compañías en el noreste que se dedicó a confeccionar artículos con peltre fue Grupo Industrial Saltillo la cual, bajo otra razón social, continúa activa.
¿Por qué se usaban estos artículos?
A finales del siglo XIX las casas habitación en las ciudades del noreste de México carecían de servicio de agua corriente que permitiera que ésta llegara al interior de los hogares mediante grifos y llaves. En esa época el sistema y la red de agua potable se encontraban en un incipiente desarrollo, lo cual dificultaba la práctica del baño cotidiano; sin embargo, el aseo personal no dejaba de realizarse.
La gente que vivía cerca de ríos, lagos o veneros, como fue el caso de Monterrey, acudía a bañarse y refrescarse en ellos. También se contaba con baños públicos donde, además de ducharse, “las personas que concurran a ellos hallarán buen chocolate, café y refrescos cuando los necesite…el agua es abundante y la pueden usar a su voluntad.” (Periódico Oficial, Monterrey, N. L. 6 de septiembre de 1866). En algunos de ellos se contaba con una alberca, baños turcos y áreas de masaje, lo que los convertían en lugares de recreación e higiene.
Al interior de los hogares, el aseo personal se realizaba en los dormitorios; ahí se disponía una tina portátil, de madera o acero, donde la gente se bañaba una o dos veces por semana, mientras que el juego de aguamanil y jofaina se empleaba para llevar a cabo el lavado de cara y manos de manera cotidiana.
Estas prácticas caerían en desuso hacia los años treinta del siglo XX, cuando se extendió el servicio de agua y drenaje en las ciudades y, además, se generalizó el cuarto de baño con sanitario, ducha y lavabo, como lo concebimos en la actualidad.