Introducción
El estilo y los materiales que distinguen a este conjunto de chaqueta y falda, permiten su ubicación temporal a finales del siglo XIX, durante la llamada Belle Epoque o Bella Época, un periodo caracterizado por el progreso industrial, el desarrollo tecnológico y el aumento del poder económico de la burguesía. El atuendo fue utilizado por una dama de la localidad de Pesquería, Nuevo León y fue restaurado en 2008 como parte de las labores de conservación del acervo del Museo de Historia Mexicana.
En la entidad fue muy común que las damas que pertenecían a estratos económicamente favorecidos usaran vestidos o trajes de dos piezas, que se componían de faldas largas y blusas o chaquetas en combinación. En algunos casos, el atuendo incluía dos blusas, una para el verano y otra para el invierno.
Las revistas de moda
Los cambios en la indumentaria, a finales del siglo XIX, fueron estimulados por el desarrollo de la industria textil, de los transportes y el consecuente auge en el intercambio comercial.
Las publicaciones periódicas destinadas al mercado femenino contribuyeron a imponer la idea de la moda, en la medida que pretendieron uniformar formas y gustos en la indumentaria.
En México, algunas de las publicaciones que circulaban sobre moda eran: La Moda Elegante, La Moda Ilustrada, El Semanario de las Señoritas Mexicanas y La Moda del Correo de Ultramar. En ellas se sugerían hechuras, telas, peinados, adornos y accesorios para cada ocasión, pero además se dictaban normas de etiqueta, recomendaciones de cosméticos, se ofrecían consejos e incluían lecturas instructivas para “el bello sexo”.
¿Dónde se adquirían estos conjuntos?
La clase más opulenta mandaba confeccionar sus modelos a París o viajaba al continente europeo para adquirirlos. Otras acudían a los grandes almacenes de la Ciudad de México como El Puerto de Liverpool, Fábricas de Francia, La Elegante y el Palacio de Hierro.
En el noreste del territorio mexicano, la instauración de nuevas líneas ferrocarrileras, aunado a la estabilidad política y la consolidación de capitales financieros, permitió la agilización comercial entre las principales ciudades de la frontera.
Estos factores permitieron que, en Monterrey, Saltillo, Tampico y otras ciudades de la zona, se fueran instalando consorcios comerciales que ofrecieron a su clientela, mercancías procedentes de las mejores casas europeas como, por ejemplo, ajuares completos, modelos, figurines, calzado, sombreros, abanicos, entre otros enseres domésticos de lujo.
En la capital de Nuevo León, las tiendas de mayor prestigio en su época fueron La Reinera, fundada por el vizcaíno Mariano Hernández en 1855 y consolidada por la sociedad Sucesores Hernández Hermanos en 1894 y Sorpresa y Primavera establecida en 1891 por Manuel Cantú Treviño.