El duelo es un combate o justa que gozó de mucha fama desde el siglo XV hasta el siglo XX en las sociedades occidentales. Se trataba de un combate celebrado entre dos hombres, con el fin de restablecer el honor agraviado tras un insulto o acción considerada ofensiva, y en el mismo se utilizaban armas letales. El fin principal del duelo no era necesariamente aniquilar al oponente sino, más bien, enfrentar un reto en el que la vida iba de por medio, como una manera de dar testimonio de dignidad y valor.
La práctica de “batirse en duelo” fue tan común que se establecieron estatutos que la regularan. En México, por ejemplo, fue publicado en 1891 el Código Nacional Mexicano de Duelo, escrito por el coronel de caballería Antonio Tovar. Según este código, algunas de las ofensas que ameritaban el duelo era escribir o hablar mal de alguien; hacer alguna burla o seña obscena; empujar o aventar con dolo a una persona; que alguien quisiera seducir a tu esposa y, en general, cualquier ofensa realizada a una mujer.
Cuando un hombre detectaba alguna de estas acciones realizada por otro, lo podía retar, acordando día, lugar y hora para llevar a cabo el encuentro. En un principio, los contrincantes usaron espadas, pero conforme aparecieron las armas de fuego, éstas fueron el arma predilecta de los combatientes.
Hubo aquellos que incluso mandaron elaborar pistolas de duelo iguales o semejantes, dispuestas en cajas para su uso cuando la ocasión lo ameritara. Hasta nuestros días han llegado ejemplares como este, que perteneció a Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León de 1855 a 1864.
En la actualidad, el Código Penal Federal sanciona el duelo como delito en los artículos 297, 308 y 314 e impone penas de dos a ocho años de prisión a quien lo lleve a cabo.