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Blusa

Hacia 1980
Cultura otomí
Acuautla, Huehuetla, Hidalgo
Manta de algodón bordada a mano con técnica de "contado" y con máquina de pedal.
Colección Museo de Historia Mexicana.

El desarrollo de la economía y los avances científicos en Europa entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, así como la necesidad de abastecer a los crecientes mercados coloniales, dio lugar a la Revolución Industrial, que aceleró los procesos de producción y desencadenó una serie de profundas transformaciones a escala global. Uno de los primeros ámbitos productivos que fueron industrializados fue el de los textiles, con la invención de máquinas de hilado y distintos telares mecánicos, entre los que destacó el de Jacquard, que funcionaba con tarjetas perforadas.

A lo largo del siglo XIX comenzaron a importarse a México materiales de origen industrial fabricados en Europa, como hilos de algodón, lana, seda o entorchados con metales preciosos; telas terminadas de algodón o lino, colorantes químicos y cuentas de vidrio. A finales de la centuria, algunos de esos insumos comenzaron a producirse también en México, y poco a poco se introdujeron en las comunidades indígenas junto con las máquinas de coser o bordar. Desde el siglo XX, los materiales de procedencia industrial han coexistido con los artesanales y en muchos casos las tejedoras los combinan en una misma prenda, de acuerdo con criterios económicos, técnicos, de disponibilidad, de tiempo y de gusto.

Junto con las herramientas mecanizadas y los materiales de origen industrial, también fueron llegando a los pueblos indígenas las modas internacionales, sobre todo europeas, propagadas por viajeros extranjeros, misioneros y las propias élites mexicanas. Entre estas cabe destacar el estilo victoriano, que impactó de manera notable la indumentaria de los pueblos mazahua, otomí, tepehuán y cora, y que se distingue por el uso de telas plisadas, satinadas y de colores brillantes, además de la decoración con holanes y encajes. De ese estilo también derivó, aunque con un diseño más austero, la indumentaria tradicional de distintas culturas del noroeste mexicano y suroeste de Estados Unidos, como los seris, los kikapús o los pueblos de la familia yumana.

Hoy en día, además de ser elemento que expresa la identidad de una comunidad, los textiles indígenas también se han integrado a circuitos comerciales regionales e incluso globales, como parte de un mercado de “moda etnográfica”, o bien, en el ámbito del coleccionismo de arte.

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