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Carruaje tirado por caballos

Studebaker Bros. Mfg. Co.
1862
Carrocería de madera, asientos de piel, tapicería de tela y mimbre
200 x 168 x 320 cm.
Colección CONACULTA-INAH-MEX

A mediados del siglo XIX en nuestro país existían tres clases de caminos, según reglamentaba un decreto de Antonio lópez de Santa Anna de 1842. la primera clase la constituían los caminos entre los departamentos –hoy estados– y los puertos de Veracruz y Acapulco; éstos debían tener diez varas de ancho, y cerca de las ciudades hasta quince varas. la segunda clase se refería a los caminos que iban de una capital de departamento a otra, y de éstas a las fronteras, y debían medir de ocho a diez varas. la tercera clase correspondía a la comunicación entre ciudades y pueblos, o entre pueblo y pueblo, los cuales sólo medirían seis varas. El mismo decreto daba útiles recomendaciones sobre la curvatura, declive y drenajes, que sólo se aprovecharon mucho más tarde.

Entre 1862 y 1867 México estuvo en guerra. Benito Juárez llevó la República de una ciudad a otra; traía como equipaje nada menos que todo el archivo de la nación para evitar que cayera en manos enemigas. Debió conocer bien el estado de los caminos, pues el 19 de noviembre de 1867 creó un impuesto para la conservación y construcción de caminos, que sustituía al peaje. Poco después el Congreso de la Unión aprobó un presupuesto sin precedentes para la apertura y conservación de caminos, que no llegó a ejercerse por el mal estado de las finanzas públicas.

Ya en 1848, como gobernador de Oaxaca, Juárez había expresado ante el Congreso de su estado la necesidad de crear caminos, pues consideraba que éstos eran vehículo del progreso:

Yo veo que es fácil destruir las causas de
la miseria. Facilitemos nosotros nuestra
comunicación con el extranjero y con los
demás estados de la República; abriendo
nuestros caminos, dejemos que los efectos y
frutos se introduzcan y entonces habremos
logrado todo, los frutos de la agricultura
y nuestra industria se exportarán, el
comercio florecerá y teniendo entonces
los padres de familia lo necesario para
subsistir, ellos mismos sin excitación
ni prevención de la autoridad pública,
harán escuelas, fundarán establecimientos
literarios y los llenarán, cooperando de
esta manera eficaz al desarrollo de la
inteligencia, sin la que los pueblos siempre
serán miserables y degradados.

El sobrio carruaje Studebaker que evoca el episodio de la «República itinerante» de Benito Juárez en el área dedicada al siglo XIX del Museo de Historia Mexicana, fue donado al INAH por la familia Calderón Muguerza, que parece haberlo conservado durante varias generaciones, pues se tiene memoria oral de que circuló en Nuevo león desde la época de su fabricación. Su historia se vincula a los caminos de México, a la comunicación entre fronteras y al progreso en una época de guerra.

Se trata de un coche de camino. Era tirado por dos caballos y manejado por un cochero, desde un pescante alto. la caja tiene asientos para cuatro personas. la armazón de hierro forjado se extiende en la parte trasera para instalar el equipaje. Está tapizado en tela y mimbre –actualmente restaurados, al igual que la pintura– y cuenta con farolas a cada lado. las numerosas piezas de su elegante diseño demuestran la complejidad que había alcanzado la manufactura de este medio de transporte, que incluía avances tecnológicos tales como los muelles elípticos, inventados por Obadiah Elliot en 1804.

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