Destinada a resguardar caudales producidos por la mayor mina de plata del mundo en las postrimerías del siglo XVIII, esta gran caja está fabricada en hierro, recubierta con gruesas láminas de acero y reforzada con remaches. Dos aldabas permiten cerrarla por fuera con grandes candados, en tanto que por dentro la cubierta tiene un complejo sistema de levas que accionan veinte trabes de acero vaciado distribuidos por los cuatro costados. La llave que mueve el mecanismo se introduce por el cerrojo que está en el centro exterior de la cubierta, y otra mucho más pequeña abre los candados. A los lados el cofre tiene asas de hierro forjado, que poco debieron utilizarse, pues sólo levantar la tapa requiere el esfuerzo de al menos dos personas.
Al frente lleva, toscamente dibujado en un medallón de hierro, el escudo del conde de la Valenciana, lo que es un indicio para fechar la pieza, pues el título fue otorgado a don Antonio de Obregón y Alcocer por Carlos III en 1780. Este minero de origen español había comenzado a explorar en 1760 la veta madre de una mina que fue explotada y abandonada en Guanajuato durante los siglos anteriores. En 1767 agotó los recursos facilitados por su socio, un comerciante del vecino mineral de San Juan de rayas llamado Pedro Luciano Otero, pero siguió luchando, y en 1768 dio con el filón que habría de producir el 60 por ciento de la plata de Guanajuato, con un rendimiento de hasta el 30 por ciento del mineral extraído.
En pocos años Obregón y Alcocer acumuló una asombrosa fortuna, haciendo un gran servicio al Virreinato y a la Corona con el pago del quinto real. Cuando murió, en 1786, el título pasó a su hijo y, posteriormente, a un nieto, hijo de una de sus hijas.
En 1768 el pozo inicial había llegado a ochenta metros de profundidad; cuatro años más tarde, tenía 227 metros. Obregón y Otero abrieron otros dos tiros, uno de los cuales alcanzó 345 metros. En 1801 se inició la perforación del tiro mayor, que alcanzaría 514 metros, con un diámetro de 9.22 metros y forma octogonal. En 1815 la mina fue abandonada debido a la guerra de Independencia y posteriormente se inundó, de manera que nunca volvió a explotarse como en aquella época.
Las obras de ingeniería, los malacates y los más de tres mil obreros que trabajaban en La Valenciana a finales del siglo XVIII debieron utilizar un gran número de herramientas, entre picos, palas, barrenos, sierras y arrastres, además de las herraduras y arreos de caballos y mulas. Es difícil creer que todo ese hierro viniera de España, aun cuando oficialmente no había extracción de mineral de hierro y ferrerías en la Nueva España antes de 1805. Sea que los lingotes de acero llegaran por barco a Veracruz o que hubiera otras maneras de obtenerlos, muchas piezas debieron haber sido fabricadas por los herreros de la misma mina, tal vez incluso la caja fuerte de esta colección.