Esta imagen es una representación de Tlazoltéotl, diosa azteca de las cosas inmundas o de la impureza. También era la diosa de la tierra, la luna, las pasiones, el amor carnal, los partos y la confesión. Presidía los nacimientos, por lo los sacerdotes aztecas de su culto, otorgaban el nombre y vaticinaban los augurios del recién nacido.
Su culto estaba muy extendido. Se supone que provenía de la región huaxteca, donde tenía el nombre de Ixcuina, Cuatro Hermanas, denominación relativa a un mito que la asocia con los puntos cardinales. De ahí pasó al centro de Veracruz y el altiplano. Los aztecas consideraban a los huastecos muy propensos a los excesos carnales; quizá por esta característica concibieron su culto.
Esta escultura en cerámica proviene de las excavaciones de Remojadas. Está modelada sobre una base cilíndrica y tiene la cara triangular y los ojos rasgados con pupilas de pastillaje pintado con chapopote, rasgos típicos de la cerámica de aquella cultura. Muestra los atributos de la deidad: pintura negra alrededor de la boca, tocado de venda de algodón y malacates para hilarlo, y joyería (orejeras y collar de cuentas), que simboliza la sensualidad. En este caso, el terrible efecto de angustia que provoca la diosa de todo lo carnal proviene del rictus de los ojos y la cavernosa boca, que deja al descubierto numerosos dientes afilados.
En ocasiones, Tlazoltéotl también era representada vistiendo la piel de un sacrificado, lo que significaba la renovación por la purificación o el nacimiento; o bien con una escobetilla en las manos, pues era la que limpiaba, de la misma manera que la tierra se barría antes de la siembra.