Poco han cambiado las herramientas básicas de un maestro carpintero. Entre ellas resulta imprescindible una mesa o banco como el que aquí se muestra, formado por dos tablones o dos vigas unidas por un fuerte tornillo que permite utilizarlas como prensa para sostener una pieza de madera mientras se trabaja en ella. Otras herramientas son la sierra de san José, que hace posible ejercer una tensión uniforme al cortar maderos gruesos; garlopas para alisar o rebajar la superficie, y berbiquís y brocas para taladrar la madera.
La tradición del oficio carpintero en España se desarrolló sobre todo entre los mudéjares, y se transmitió de maestros a aprendices en los talleres. Con el ímpetu constructor y la introducción de labores agrícolas e industriales que siguió a la Conquista, fue necesario traer oficiales de la Península, y los misioneros instalaron talleres para enseñar el oficio a los indígenas.
Las ordenanzas para el gremio de los carpinteros se publicaron en 1568, se reformaron en 1589 y, posteriormente, en 1703; aunque hubo ordenanzas locales en algunas ciudades provinciales y otras se redactaron a medida que las especialidades formaron sus propios gremios. Los primeros agrupaban carpinteros, entalladores, ebanistas, ensambladores y violeros (fabricantes de instrumentos musicales), entre otros oficios específicos. Había disposiciones sobre la organización y ejercicio del oficio, pero también sobre las compras de materiales y herramientas, pues en muchos casos venían de ultramar.
Se llamaba «carpintería de lo blanco» a las especialidades relacionadas con la construcción, «carpintería de lo negro o prieto» a las que se hacían para instalaciones sanitarias y agroindustriales, y «carpintería de tienda» a la de los maestros que fabricaban muebles.