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Retrato de Miguel Hidalgo y Costilla

Atribuido a L. Delgado
Siglo XIX
Óleo sobre tela
99 x 77 x 5 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

La iconografía del iniciador de nuestra guerra de Independencia, Miguel Hidalgo y Costilla (1753- 1811), se centra en unos cuantos pasajes de su acción insurgente.

Se le ha representado agitando las campanas de la iglesia de Dolores para llamar a la lucha, o bien enarbolando el estandarte de la Virgen de Guadalupe, símbolo criollo con que los insurrectos contra el mal gobierno y los privilegios peninsulares amparaban sus derechos a la libertad. Pero su imagen fundamental es la de un clérigo ilustrado que, desde la mesa de trabajo, decide el curso de la lucha emancipadora.

No se conocen retratos del personaje realizados en vida, pero a partir de descripciones se le representa con una testa calva de guedejas canas algo largas, el gesto ardiente a pesar de su edad madura y, en ocasiones, un aire de arrebatada determinación. la campaña de Hidalgo duró apenas seis meses en los que supo atraer los ánimos ya listos a rebelarse, y llevar al combate, con aciertos y desaciertos, a miles de americanos de todos los grupos sociales.

La conspiración que finalmente llevó a la lucha fue un proceso dilatado y colectivo, pero a Hidalgo se debe la decisión en el momento crucial, cuando al saber que sus planes habían sido descubiertos exclama, según refieren algunas fuentes biográficas: «¡Caballeros, somos perdidos; aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines!», y a él se debe también encender el fuego de la rebelión en todo el territorio.

En unos cuantos meses, cambió la levita de cura de pueblo por el uniforme insurgente, pero la tradición lo recuerda como el hombre instruido, tenaz y justo que abolió la esclavitud.

Uno de los cuadros que más influyeron en las representaciones del cura Hidalgo a finales del siglo XIX fue el de Joaquín Ramírez, realizado durante el segundo Imperio. Vestido con levita y corbata negra, con la cabeza levemente girada en relación con el torso, el personaje se yergue de cuerpo entero. Atrás, su escritorio y una imagen de la Virgen de Guadalupe definen el escenario físico y moral.

El retrato oval que vemos es fiel al hábito y a la concepción del personaje; conserva la retórica, pero solamente recrea el busto de Hidalgo. Sobre un fondo ocre se delinea el hombre ilustrado con el rostro afilado y cetrino. Muchos retratos similares se producían para despachos públicos en una época en que ya el prócer no requería inflamar los ímpetus libertarios ni reclamar los derechos del pueblo, sino ser recordado como el fundador de un Estado constituido, como el «Padre de la Patria».Los rasgos particulares del modelo que posó para cada pintor producen en cuadros como éste matices que interpretan el carácter moral del caudillo. Aquí se asoma el rostro de un hombre firme, quizás excesivamente riguroso para la audacia y sentido práctico de su acción política.

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