Introducción
Mujeres que cosen historias
Los dechados son lienzos que se ejecutan a manera de muestrario, para practicar diversas puntadas y técnicas del arte del bordado. Estos “catálogos” de costura sirvieron a sus dueñas como un ejercicio propiciatorio de las “virtudes femeninas” y como ejemplo de trabajo y perfección.
Las primeras evidencias de esta práctica proceden de Egipto y datan de los siglos XIV y XV; en Europa, el ejemplo más antiguo se remonta a la primera mitad del siglo XVI.
En tanto, en el Continente Americano, desde el Virreinato de la Nueva España hasta inicios del siglo XX, las “labores de hilo y aguja” eran aprendidas y practicadas por las mujeres en colegios, conventos o en el hogar. Los dechados fueron protagonistas en el aprendizaje y ejercicio de estas tareas, convirtiéndolos en testigos de las tendencias en la educación femenina.
Dechados de Virtudes. Mujeres que cosen historias cuenta con exquisitas piezas que proceden de los museos Franz Mayer, Textil de Oaxaca, de las Vizcaínas, de Historia Mexicana, así como colecciones privadas. La exposición representa una extraordinaria oportunidad para asomarnos a una práctica íntimamente ligada a la mujer de la época, son piezas que revelan los pormenores de la intimidad de las mujeres y su cotidianidad. Son, también, una muestra de la historia misma de los textiles, así como de los diseños y prácticas que moldearon su identidad.
DE LAS LABORES MUJERILES
En el virreinato de la Nueva España se propició el aprendizaje y la práctica de las llamadas labores de manos o labores mujeriles, realizadas a partir del empleo de hilos y agujas, tareas señaladas por algunos libros y revistas de la época como decentes, honestas o delicadas, perfectas para el ejercicio femenino.
A mediados del siglo XVII la palabra “dechado” se usaba metafóricamente para señalar a la persona reconocida como ejemplo de virtud y modelo de perfección.
En el siglo XVIII, en el contexto de la Ilustración, se consideraba que estas labores mujeriles como el arreglo de prendas, confección de fajas, calzones, pañuelos, sábanas y el adorno de textiles con bordado, deshilado o encajes, eran prácticas características de las mujeres y aprendían desde la niñez.
Teniendo como ejemplos a personajes como la reina Isabel I de Castilla (Isabel La Católica 1451-1504), se argumentó que estas labores eran propias de las mujeres sin importar su procedencia u ocupación pues resultaban beneficiosos para la ejecutante por ser un buen empleo de su tiempo.