Introducción
Los Montañeses del Álamo son una de las agrupaciones musicales más emblemáticas y de mayor tradición del noreste de México. Este grupo, fundado en la década de los años treinta del siglo XX, se distingue por conjuntar el violín, el contrabajo, la flauta, el bajo sexto y el saxofón, brindando un sonido peculiar que resulta representativo de la región noreste de México.
Orígenes e influencias
Juan Alanís, cronista del municipio de Santiago, Nuevo León, detalla que el origen de este grupo se encuentra hacia 1925 con la conformación del dueto integrado por Isidoro Mejía y Pedro Mier. Originarios del rancho de Las Abras, Cadereyta, el dúo amenizaba los festejos de su localidad y rancherías cercanas, acompañados con violín, bajo sexto y flauta. Entre 1931 y 1937 se sumarían otros músicos para conformar una orquesta de cuatro o cinco integrantes.
Fue en 1938 cuando se integra la base de Los Montañeses: Pedro Mier en la flauta, sus hijos Nicandro y Jaime, violín y bajo sexto y Wenceslao Moreno en el contrabajo. El ensamble interpretaba valses del siglo XIX, polkas, chotis, redova y corridos de la aún latente Revolución mexicana.
El estilo musical que los caracterizaba fue resultado de la influencia musical que transitaba entre lo rural y lo urbano, pues mientras en las localidades fuera de la capital de Nuevo León se escuchaba a bandas, estudiantinas femeninas y conjuntos de tambora y clarinete, a través de las radiodifusoras se difundían selectos conciertos de orquestas de cuerdas y piano que, eventualmente, se fueron acotando para dar paso a la música tradicional mexicana.
En este contexto surgieron un considerable número de duetos, tríos y orquestas de cuatro o cinco integrantes -entre las que se cuentan Los Montañeses- quienes se acoplaron a los instrumentos que proliferaban en la región: violín, guitarra, bajo sexto, flauta, contrabajo, saxofón y, eventualmente, el acordeón.
Trascendencia
La consagración del grupo se dio gracias a la alianza con Alfonso Salazar Tamez, presidente municipal de Santiago, quien los promovió como artistas exclusivos del restaurante El Álamo en dicha municipalidad -de ahí que adquirieran el mote del grupo- e impulsó a realizar giras por el estado. También los presentó en estaciones de radio como XEFB, XEH y XET en Monterrey y XEW y WEQ en la capital del país, a través de las cuales se afianzó el estilo de conjunto norteño.
Las composiciones originales del grupo como “Vámonos a la alberca”, “La mosca”, “Agustín Jaime”, “Cachito de luna” y “Paloma errante”, con la armonía de voces entre sus integrantes y la instrumentación regional, distinguieron a Los Montañeses del Álamo de entre todos los conjuntos de la época.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, se presentaron ante numerosos auditorios en México y Estados Unidos, formaron parte de campañas políticas y se les contrató para promover productos regionales -como el agua mineral Peña Blanca de la empresa Bebidas Mundiales-.
Tras el deceso de sus miembros fundadores, entre 1953 y 1973, sus descendientes continuaron con la tradición musical y se integraron al grupo; también lo hicieron otros músicos originarios de Santiago, Allende y El Cercado. A lo largo de 83 años de trayectoria han interpretado alrededor de mil ochocientas melodías y grabado 109 discos de larga duración con diferentes compañías: Anfión, RCA Víctor, Discos Orfeón, Columbia y Fonovisa, son algunas de ellas.
De los ejemplares discográficos que resguarda el acervo del Museo de Historia Mexicana, uno pertenece al sello discográfico Línea Musical, que grabó entre 1976 y 1983 a representantes musicales del bajo sexto y el acordeón como Los Cadetes de Linares y Ramón Ayala. El otro disco fue producido por Fonovisa, compañía discográfica surgida en 1984 que dio cabida a los principales intérpretes de música regional mexicana.
Reconocimiento
En el marco de las celebraciones por el Día del Patrimonio de Nuevo León, los Montañeses del Álamo recibieron la presea “Corona al Patrimonio Vivo de Nuevo León”, la cual busca reconocer aquellas herencias culturales que, en conformidad y de acuerdo con los compromisos establecidos por todos los países que integran la UNESCO, sirven para valorar, preservar y divulgar la relevancia del patrimonio vivo en la formación de las políticas culturales.