El águila posada sobre un nopal devorando una serpiente es una imagen que procede de un mito de fundación. La escena indicaría a los mexicas dónde habrían de fundar su ciudad; por eso Tenochtitlan se construyó sobre una laguna. A esta imagen en que se manifiesta un destino y un origen común en el antiguo señorío mexica debemos nuestro escudo nacional.
En el Códice Mendocino, documento indígena del siglo XVI, aparece el águila sobre el nopal; y se le representa en muchas pinturas del siglo XVIII, en ocasiones al pie de la Virgen de Guadalupe. En la lucha por la Independencia el escudo aparece a un lado de las primeras banderas de San Miguel el grande, y se transforma en un águila coronada en el escudo de la Junta de Zitácuaro de 1812, y ya en el México independiente, Agustín de Iturbide la adopta en esa misma forma como escudo del primer Imperio mexicano.
El águila de perfil, orientada hacia la izquierda y las alas formando un círculo que se cierra con las ramas de laurel y encino, es el escudo de nuestra actual bandera y proviene de la época de Venustiano Carranza. El ave está devorando la serpiente; se posa sobre un nopal que crece en una roca y que a su vez se sitúa sobre un glifo de agua.
La particularidad de esta bella pieza de bronce de mediados del siglo XX es que muestra al ave en el momento de alcanzar el nopal para posarse. Las alas aún están extendidas, como venciendo la resistencia del aire, lo que imprime un acento adicional de grandeza al símbolo tradicional.