«Para mi amigo Vega cariñosamente» dedicó Saturnino Herrán (1887-1918) este retrato, posiblemente del mismo destinatario, que el autor firmó en México el 11 de septiembre de 1913.
Herrán realizó este dibujo de trazo suave el mismo año que pintó algunas de sus obras de caballete más celebradas, “La ofrenda (Día de Muertos)” y “El Jarabe”, en las que muestra de manera más acabada la madurez de sus retratos de contornos minuciosos y la expresión íntima e individual de sus personajes. Como otros que realizó a lápiz, con algunos toques de color, el que aquí se presenta era un ejercicio que le permitía, de paso, halagar a un amigo.
La mirada alegre y penetrante, el gesto familiar, la forma sinuosa de la nariz, el pómulo marcado, el párpado caído y el labio inferior sutilmente pronunciado reflejan una identidad, la de un hombre maduro, sagaz y apacible, contento de ser modelo de un dibujo. El gran bigote era moda masculina muy popular en aquellos años.
Saturnino Herrán llegó desde su natal Aguascalientes a la capital en 1901. Como necesitaba trabajar, se inscribió en los cursos nocturnos de la Academia de Bellas Artes; poco después consiguió una beca. En 1908 se afilió al Ateneo de la Juventud, agrupación de jóvenes que estudiaba y difundía la cultura clásica, asociándola con ideas nacionalistas. Su arte destaca por la expresión de una psicología profunda en personajes y escenas de México, a partir de un dibujo que honra la tradición académica.