Estuche de rasurar
El estuche que aquí se presenta es de estilo rococó, decorado con planchas de plata que forman una especie de triángulos o cartelas caladas, y lleva en su interior varios compartimentos construidos en madera y forrados en terciopelo, hechos a la medida para guardar ocho piezas destinadas al arreglo personal de un caballero: un espejo –con copete de plata–, cinco navajas plegables, una pieza de metal para afilar las navajas y un peine de carey.
El peine que tiene un adorno de plata, lleva grabado en la parte central un nombre: “Migl Hg Costilla”. Aunque no se tiene la certeza de que este estuche haya pertenecido a Miguel Hidalgo, el contexto histórico en el que fue elaborada esta pieza nos da ciertos elementos para inferir la pertenencia de la misma. Es probable que el clérigo de Dolores pudiera hacer uso de tal estuche, dado que en la época, la etiqueta personal precisaba de un aspecto limpio y decoroso.
Con el crecimiento de las ciudades y la burguesía, desde principios del siglo XVIII se había extendido en Europa el comercio de artículos de uso doméstico y accesorios de vestir. El estuche data del momento cuando el refinamiento y la diversificación de hábitos y objetos de la vida privada se hicieron evidentes también en la Nueva España.
En las ciudades del virreinato se comerciaban muebles de estilo inglés y francés, y de Europa provenían encajes y terciopelos, relojes, porcelanas y herramientas metálicas como tijeras y navajas, todo lo cual podía formar parte de un ajuar personal, o bien del gabinete particular de un clérigo, comerciante o funcionario de la clase media.
El toilette aquí expuesto requirió los oficios de un diseñador, un talabartero, carpintero y platero, además de objetos encontrados en el mercado, como peine, espejo, navajas y afilador. Las piezas no son lujosas y están diseñadas para ser empleadas por el propio dueño; en esta época los grandes señores podían tener servicios mucho más delicados, fabricados en materiales suntuosos –como marfil u oro–. El origen de éste, debió ser un taller urbano, ya fuera europeo o novohispano, destinado a un mercado suficientemente amplio de clase media, como era el caso del cura Hidalgo.