Introducción
Vaqueros de la Cruz del Diablo de Werner Segarra es una exposición que muestra la cultura, prácticamente desconocida, del vaquero de la Sierra Alta de Sonora y los diferentes aspectos cotidianos de esta figura.
Segarra es uno de los fotógrafos más célebres del Sur Oeste de Estados Unidos de Norteamérica; su trabajo ha aparecido en destacadas publicaciones y revistas. Vivió su infancia y adolescencia en diferentes países, lo que le ayudó a cultivar su sensibilidad artística y el respeto por las culturas nativas. Siendo adolescente se introdujo en el ámbito del vaquero norteño como estudiante de intercambio y con el tiempo buscó compartir su amor y respeto por esta comunidad a través de su fotografía.
En un planeta globalizado, día a día se diluye la estampa del vaquero de montaña, ese de vida ruda, que trabaja arduo con pocas comodidades y que solitario recorre y cabalga grandes extensiones arriando a su ganado. El vaquero de hoy es una combinación del pasado con un ligero toque de modernidad.
EL LUGAR
La Cruz del Diablo hace referencia a uno de los cañones naturales enclavados en la Sierra Alta del municipio de Huásabas, en Sonora. El nombre podría generar temor, pero contrario a ello, el espacio geográfico destaca por la fascinación del contenido fotográfico realizado por Werner Segarra: grandes montañas, profundos acantilados, cielos impecables y las jornadas que transcurren en este entorno. Es aquí donde se observa a los vaqueros, valientes e incansables, que arrean el ganado por terrenos tan hermosos como imposibles de cabalgar.
Werner ha sabido capturar el paisaje en el momento oportuno y con la iluminación adecuada, disponiendo únicamente de la tecnología que le otorga su cámara fotográfica. Estas imágenes han sido resultado de años, días y horas de camino, en carro, a caballo y a pie, hasta llegar a aquellos lugares recónditos donde el tiempo borró los caminos, tanto que el hombre se olvidó de su existencia.
LA FAENA
Las imágenes que captan las faenas de un vaquero, nos encaminan a valorar su cultura con toda justicia. Desde niños y jóvenes realizan las tareas más diversas: son choferes de enormes ‘trocas’, amansadores de bestias, veterinarios, arrieros, administradores de sus ranchos, albañiles, colocadores de cercos, agricultores, lecheros, pasteurizadores, queseros, carniceros, cocineros, criadores de gallinas, perros, vacas, caballos, cerdos, chivos y borregos. También son exploradores, buscadores de agua, cazadores y guardianes.
Después del arduo día, descansan sobre el catre, en el suelo o en una antigua cama. La comodidad es mínima, pero poco importa cuando el cansancio y el sentimiento del deber cumplido son la recompensa.
LA GENTE
Una faceta fundamental del vaquero es la del hombre de familia. Este aspecto lo incluye a él, a la mujer, los hijos, la religión y el hogar –que difiere del rancho-. El sitio donde se encuentra con los suyos es modesto y acogedor.
La cocina es el lugar propicio para las reuniones con su familia y amigos, que transcurren alrededor de la comida tradicional de la región: frijoles refritos, tortillas de harina, “téparis”, acelgas, pipián, quelites, cocido de res, carne asada, machaca, queso fresco, chile tatemado, menudo, pozole, gallina pinta, “pan de vieja”, empanadas de calabaza o, simplemente, un buen café.