Se integra botica al Museo del Noreste
Los visitantes del Museo del Noreste conocerán cómo eran las boticas de mediados del siglo XX con la nueva instalación que reúne más de 700 objetos entre muebles, botámenes, instrumentos médicos y medicamentos, a partir del 28 de marzo.
La nueva intervención museográfica, situada en Mezzanine Cero, tiene carácter permanente y busca mejorar el aprendizaje a través de una experiencia integrada por múltiples elementos informativos, relacionados con la salud que documentan este aspecto en la década de 1960-70.
Aunque actualmente se pueden encontrar algunas boticas que conservan las funciones de preparación de remedios y venta de materias primas, estos comercios prácticamente han desaparecido por la industrialización de medicamentos y proliferación de las cadenas farmacéuticas.
DE TODO COMO EN BOTICA
La palabra botica deriva del griego apotheke que significa “almacén” y hace referencia a un local donde se comercializan productos medicinales, así como productos cosméticos, de higiene y ortopedia.
En México, las primeras noticias sobre estos comercios datan de 1533 cuando se otorgaron las licencias para su establecimiento en la Ciudad de México. Primero se ubicaron en hospitales y conventos y posteriormente en accesorias de casas particulares.
Los boticarios eran los responsables de atender y preparar las lociones, pomadas y remedios. Su experiencia estaba basada en la práctica, pero debían avalar sus estudios de botánica, química y física ante los organismos de salud correspondientes.
A finales de 1800, boticarios y farmacéuticos (personas que habían cursado la carrera de farmacia en la Escuela Nacional de Medicina o facultades similares en la República) elaboraban por igual los medicamentos que se expendían en una botica, que un siglo después se haría más popular con el nombre de farmacia.
En el mostrador principal de la botica que se exhibe en el Museo del Noreste se puede apreciar un escudo con el nombre del “Dr. Jesús Ma. Elizondo, profesor de medicina y cirugía”, también se aprecian las inscripciones que señalan los horarios de atención tanto del médico como del farmacéutico.
En esta botica norestense, sus mostradores y anaqueles están tallados en madera de pino que datan de principios del siglo XX; en ellos en perfecto orden se encuentran distribuidos los recipientes y botámenes, algunos de ellos lucen etiquetas de boticas y farmacias que existieron en Monterrey como la Botica Maldonado y Farmacia Las Mitras.
Hay toda clase de utensilios que el público puede admirar como morteros de cerámica y metal, además de medicamentos homeopáticos, aceites esenciales, ungüentos, grageas, jarabes, productos farmacéuticos elaborados por laboratorios nacionales y norteamericanos, artículos cosméticos y de higiene personal, que se pueden observar a simple vista por los cristales que protegen los costados.
En las boticas de antaño, los clientes podían encontrar prácticamente cualquier clase de medicamento, básicamente en tres órdenes: medicamentos simples, preparados y compuestos.
Los medicamentos simples para curar enfermedades comunes se distribuían sin mayor regulación; los preparados pasaban por un proceso leve de transformación, como los polvos y ungüentos; y los compuestos se formulaban en un cuarto llamado obrador, una laboratorio con aparatos e instrumentos para fabricar pastillas y mezclar jarabes o brebajes.
En su próxima visita al Museo del Noreste, recorra este nuevo espacio, que se encuentra en el primer piso del museo.