Introducción
El Museo de Historia Mexicana y Citibanamex – El Banco Nacional de México, a través de Fomento Cultural Banamex A. C., presentan la exposición Biombos y castas. Pintura profana en la Nueva España, dentro del marco de los festejos del 30 aniversario de este recinto.
La pintura de la Nueva España es un testimonio generado por la sociedad que habitó lo que ahora se conoce como la República Mexicana. En esta muestra, se ofrece una selección de obras que desean acercar al público a conocer algunas de las estrategias artísticas desarrolladas por los pintores novohispanos de los siglos XVII y XVIII y que aplicaron a la representación de asuntos profanos, es decir, aquellos que no refieren al ámbito de lo sagrado.
Las piezas de esta exposición se entrelazan en dos núcleos principales: Los biombos – Mobiliario de generoso tamaño, formado por múltiples hojas plegables y unidas por bisagras y en cuya superficie los pintores de la Nueva España plasmaron historia, mitología y asuntos sobre su cotidianeidad; El segundo núcleo se ofrece una selección de pinturas de castas, obras destinadas a la representación de las posibles mezclas étnicas que componían la variopinta sociedad novohispana.
Biombos
El biombo es un tipo de mobiliario ampliamente difundido en el Lejano Oriente, cuyas funciones principales eran, por una parte, la utilitaria, pues servía para dividir espacios, y por la otra, la ornamental, en la que su superficie era aprovechada para pintar distintos motivos.
Cuando los biombos llegaron a los talleres virreinales, ganaron importantes transformaciones, algunas de las cuales tienen que ver con la variación en los materiales de construcción, que pasaron del uso de delicados papeles de china o telas de sedas a lino traído de Flandes. Otras variables adecuaron el empleo de tela por el de hoja de madera, incluidas aquellas que incorporaron embutidos de concha nácar.
Castas
La pintura de castas floreció como un género recurrente entre los pintores novohispanos más reconocidos del siglo XVIII. De origen mayormente local, pero con ejemplos en otras partes del mundo hispánico, como el virreinato del Perú, tenían el propósito de ilustrar las posibles mezclas étnicas entre la gente que poblaba las Indias Occidentales.
En el transcurso del siglo XVIII, este género se fue transformando. Se distinguen, al menos, dos periodos bien definidos: el primero se ubica entre 1711 a 1760 y se caracteriza por representaciones que afirman el exotismo y la riqueza de las tierras americanas. Otro momento es el que va de 1760 hasta los albores del siglo XIX, con obras que tienden a centrarse más que en la anécdota naturalista.
Biombo de la entrada del Rey
La emblemática tuvo una amplia difusión en el entorno cultural de la Nueva España. Llegó a formar parte de la pintura mural del siglo XVI, de la cultura literaria del siglo XVII e incluso se incluyó en diversos biombos.
Entrada de un rey español a Madrid es un ejemplo extraordinario en su riqueza visual. Las bandas ornamentales limitan el espacio de la representación principal. La franja superior se adorna con una cenefa de flores enmarcadas en casetones con líneas rojas y hojas doradas. En la parte inferior aparece un cortejo de caballería militar bajo el escudo de León y Castilla.
Cada uno consta de tres partes: la cartela que lo rodea, la figura pintada y un mote o epigrama en forma de quinteto latino. Destacan temas como la prudencia, la discreción, la oración, la modestia, la sabiduría o la razón, frente a vicios como la codicia, la blasfemia o la murmuración.
Esta obra, única en su temática, muestra un espejo político del buen gobierno.
Serie de Castas de Miguel Cabrera
Datadas en el año 1763, se presentan algunas pinturas de una de las series más interesantes realizadas por el famoso artista Miguel Cabrera (1715-1768). Retratan a la morisca, el tente en el aire, la mestiza y la mulata, obras que se encuentran en comodato con el Museo de Historia Mexicana y se complementan con otros doce lienzos dispersos entre el Museo de América, Madrid, España y otros museos en Estados Unidos de América.
Las dieciséis pinturas en conjunto siguen el canon de este género. Parejas de diferentes mezclas étnicas generan otra mezcla, cuyo nombre es conocido o se relaciona con un lenguaje folclórico que pretendía clasificar a la sociedad novohispana, que era variada y la más próspera del continente americano.
Las obras fueron pintadas cuando Cabrera había alcanzado la cúspide de su fama, y cada una exhibe riqueza en sus detalles y un cuidadoso trabajo artístico.
Serie de castas de José de Alcibar
En la evolución de la pintura de castas sobresale esta serie de José de Alcíbar (1726-1803). Las nueve pinturas representan diferentes tipos de castas y su descendencia (morisca, zambaiga, mestiza, torna atrás, castizo, albarazado, cambujo, chino y mulata) y forman parte de una serie que normalmente consta de dieciséis pinturas.
La composición en un formato horizontal permite una mayor amplitud espacial en la representación de los personajes principales, así como en una multitud de detalles de la vida cotidiana.
Por ejemplo, en la pintura titulada “De español y mulata, nace morisca” se puede apreciar una casa en el fondo donde una mujer mulata carga a un niño en sus brazos. Esto representa la tradición familiar extendida, y es posible que esa mujer sea la madre y el hermano de la esposa.
Estas representaciones son favorecidas por el talento del artista, quien tuvo la oportunidad de transitar entre la vida del antiguo taller de la época novohispana y la vida y la enseñanza en la Academia de San Carlos.
Biombo Las batallas de Alejandro Farnesio
Elaborado con la técnica del “enconchado”, en una superficie compuesta por doce hojas, los pintores Juan y Miguel González seleccionaron representar seis de entre la serie de pasajes posibles que narran las hazañas de guerra de Alejandro Farnesio, duque de Parma (1545 – 1592).
En ella, se encuentra el nombre de los momentos representados: La victoria de Lepanto, El puente Farnese [en el sitio de Amberes], La gran retirada del incomparable duque de Parma, La batalla de Aumala, La expugnación de Lany y las fiestas triunphales que en París se hizo a Alexandro Farnese; textos e imágenes se inspiraron en el libro, Las décadas de las guerras de Flandes (1681) y en los grabados que ahí publicó el holandés Romeyn de Hooghe (1645 – 1708).
Biombo Vistas de la Plaza Mayor de México, la Alameda e Iztacalco
La Ciudad de México fue otro de los temas predilectos entre los representados en los biombos de la Nueva España y, para ello, hubo principalmente dos modalidades: una, en la que se dibujaron a detalle todas sus calles y contornos, y otra, más orientada a destacar sus monumentos y otros aspectos relevantes.
Tal es el caso de este biombo, seguramente incompleto, en el que se evocan tres espacios de la capital de la Nueva España: en dos de sus hojas está la representación del Palacio de los Virreyes y la Plaza Mayor, sumamente transitada por carruajes y personas.
En las dos hojas restantes se representan dos espacios de recreo de la Ciudad de México: la Alameda, donde alcanza a apreciarse el trazo de sus avenidas, fuentes, accesos y acequias, mientras en la última se reproduce un paisaje lacustre, probablemente el de un pueblo cercano a la capital del virreinato llamado Iztacalco, el cual funcionó como otro sitio de recreo de los novohispanos.
Serie de castas Círculo de Juan Rodríguez Juárez
Entre los primeros ejemplos del género de pintura de castas producidas en la Nueva España, se encuentra ésta, del círculo de Juan Rodríguez Juárez (1675-1728), artista innovador y ampliamente reconocido, entre otras cosas, por haber hecho la pintura del Retablo de los Reyes de la Catedral de la Ciudad de México y haber promovido la creación de una academia de pintores. De esta serie, se conocen a la fecha seis pinturas, de las cuales se presentan aquí cuatro de ellas: De español y de india, produce mestizo; De castizo y española, produce española; De español y mulata, produce morisca y, finalmente, De mulato y mestiza, produce mulato, es torna atrás.
Serie de castas autoría desconocida
Hecha en torno a la década de 1790 y de autoría aún desconocida, se presenta una serie de castas completa, formada por dieciséis cuadros. Cada escena, como acostumbra este tipo de obras refiriendo en su conjunto una especie de cuadro o retrato completo de la sociedad novohispana en dos distintos niveles: la diversa composición racial derivada de los españoles, indios y negros según sus rasgos físicos e indumentaria.
Como buen testimonio de su tiempo, encontramos referentes a las reformas borbónicas, que afectaban un orden más atento a la vida en el comercio. Entre ellas, una pintura excepcional refiere al taller del pintor: su esposa ayuda al maestro español a elaborar el retrato de una joven dama, su hijo aprende las reglas del dibujo y el trabajo manual queda relegado al plano de un aprendiz que muele al fondo los colores. En este cuadro de castas encontramos uno de los raros ejemplos visuales en los que se ha ennoblecido al arte de la pintura.