Introducción
Nuevo León es un estado cuyo clima, en gran parte de su territorio, es seco o semiseco. Su vegetación mayoritariamente vascular, recolecta la escasa agua que recibe y que debe almacenar para lograr su ciclo de vida. Las más de 150 especies animales que actualmente habitan su extensa geografía, de poco más de 64 kilómetros, se asocian a los matorrales y bosques que configuran gran parte del escenario natural de esta entidad.
Sin embargo, hace 93 millones de años, el ecosistema en este entorno natural, al igual que el resto de la Tierra era diferente. En aquel entonces, transcurría el periodo identificado como Cretácico, el tercero y último de la Era Mesozoica, un momento de cambios cruciales en la evolución de nuestro planeta.
En aquella remota era geológica, que tuvo lugar hace 200 millones de años, inició la fragmentación del supercontinente llamado Pangea. Las posiciones de las masas continentales eran distintas: el norte y el sur de América estaba separados por miles de kilómetros, igual que Eurasia y África. Entre ellos se extendía un océano tropical. Norteamérica estaba dividida por un mar interno, donde la parte sur se ubicaba en el noreste de México. Así, el territorio que hoy ocupan los estados de Nuevo León y Coahuila se encontraba totalmente bajo un mar tropical profundo.
Vallecillo, un municipio que se encuentra a poco más de 100 km al norte de Monterrey, también estaba cubierto por este mar. Las excepcionales condiciones biológicas de esta zona, permitieron que a lo largo del tiempo se formaron sedimentos con ejemplares fósiles, los cuales empezaron a ser descubiertos a inicios de la década de 1990, debido a la extracción de lajas de caliza. Desde entonces, especialistas en ciencia de México y Alemania, han llevado a cabo la recolección, análisis y conservación de cientos de restos prehistóricos que tienen una antigüedad de 93 a 90 millones de años.
1. Un mundo diferente hace 93 millones de años
Durante el Cretácico, el océano Tetis se extendió en dirección ecuatorial alrededor del planeta. Dicha condición tuvo un gran impacto climatológico. El contraste entre los climas de las zonas ecuatoriales y polares era menos marcado y, a su vez, las temperaturas terrestres fueron más elevadas que las actuales.
2. El ecosistema de Vallecillo
El Turoniano, cuya edad se extiende entre los 93 hasta los 89 millones de años de antigüedad, fue el tiempo en que se depositaron los sedimentos de Vallecillo. Se caracterizó por ser un periodo de calentamiento extremo con tasas de dióxido de carbono (CO2) elevadas, que alcanzaron hasta diez veces más que las de la actualidad.
Después del análisis de los organismos del mar de Vallecillo se ha demostrado una peculiaridad ecológica importante: la ausencia de organismos bentónicos, es decir, aquellos que habitan el fondo marino, tales como caracoles, gusanos o erizos de mar. Esta característica se debe a la falta de oxígeno en la profundidad.
3. Los fósiles y su preservación
El primer paso para que un resto orgánico o huella de actividad biológica inicie su camino hacia la fosilización es su rápido enterramiento. La premisa para que inicie el proceso de preservación es que el sedimento cubra los restos, alejándolos de animales carroñeros y de la acción degradadora causada por el clima y el oxígeno.
Existe un tipo especial de formaciones naturales parecidas a los fósiles. Se les llama pseudofósiles o falsos fósiles, ya que son materiales inorgánicos que, de manera natural, presentan la forma de plantas, huesos, huevos, dientes u otras morfologías naturales.
4. Formas de vida
Se han identificado más de 20 especies procedentes de las lajas cretácicas de Vallecillo, entre las que se encuentran: tiburones, rayas, holósteos -peces óseos primitivos- y teleósteos -peces óseos actuales-. También se han descubierto celecántidos, es decir, especies de fósiles “vivientes”.
Los depósitos fosilíferos de Vallecillo contienen evidencia de reptiles marinos, algunos de ellos conocidos como mosasáuridos. Dichos fósiles se asemejan a lagartos que se adaptaron a la vida en el alto mar. En los estudios de anatomía comparada, se consideran parientes cercanos de las serpientes por sus similitudes en la anatomía del cráneo y las mandíbulas; y de los actuales lagartos varanos terrestres. Se trata de eslabones evolutivos de suma importancia.