Introducción
Los trabajos arqueológicos en el Recinto Sagrado de México Tenochtitlan han permitido recuperar miles de objetos rituales depositados en más de dos centenares de ofrendas, la mayoría exhumadas a partir de 1978 con el Proyecto Templo Mayor. Estos materiales han abierto nuevas miradas al pasado mexica, ya que su estudio mostró una cantidad y diversidad mayor a la esperada, así como una distribución diferencial en el recinto sagrado. En el caso de la lapidaria, las investigaciones han permitido apreciar una gran diversidad de orígenes geográficos y culturales, incluso más allá de los confines imperiales; así como piezas de la mayoría de los principales estilos mesoamericanos, los cuales fueron depositados como reliquias o bienes preciosos por su carácter exótico, escaso, lejano o antiguo.
En esta exposición se muestra al público los estudios más recientes a la lapidaria del Templo Mayor, el oficio artesanal lapidario entre los nahuas, las distintas rocas y minerales empleados en estos bienes de prestigio y poder, las cualidades y el papel que tenían los artífices tolteca, las técnicas e instrumentos de trabajo, los talleres y evidencias de producción, así como las distintas tradiciones y escuelas artesanales presentes en Tenochtitlan.
Tlateccáyotl: el arte de la lapidaria
El arte de la lapidaria, llamado tlateccayotl por los nahuas, consistía en labrar las piedras preciosas y semipreciosas a través de técnicas secretas y conocimientos adquiridos por contacto con lo sagrado o por revelación divina. Los conocimientos ancestrales para llevar a cabo este trabajo eran atribuidos a cinco deidades: Quetzalcóatl, Chiconaui-Itzcuintli, Nahualpilli, Macuilcalli y Cintéotl.
Las piedras preciosas
En el trabajo lapidario, entre los componentes más importantes estaban las distintas rocas y minerales aprovechadas como materias primas para la elaboración de distintos objetos ornamentales y votivos, así como figurillas y esculturas de las divinidades. Gracias a las fuentes escritas y a las representaciones pictográficas de estas piedras en los códices es posible conocer la gran cantidad de nombres en náhuatl que indican la enorme variedad de materiales pétreos empleados.
El tributo de objetos lapidarios
Como parte de las estrategias expansionistas de los mexicas, el tributo permitió recaudar recursos específicos, sobre todo suntuarios, con intervalos regulares entre cada envío. Se trataba de una especie de impuesto extraído de los pueblos conquistados mediante el uso de la fuerza o la amenaza de ella.
Los talleres y las evidencias de producción
En la época prehispánica, los espacios de trabajo artesanal podían estar dentro de las mismas casas, pero en las imágenes de códices y en excavaciones arqueológicas se aprecia que los talleres lapidarios estaban en lugares abiertos como patios, plazas o amplios salones bien iluminados. Idealmente, estas áreas de actividad se identifican por la presencia de distintas evidencias de producción: materias primas sin modificar, residuos, piezas en proceso de elaboración e instrumentos de trabajo, así como fragmentos fallados o reutilizados.
Tras las huellas de la tecnología lapidaria antigua
Desde sus inicios, uno de los objetivos de la arqueología ha sido el estudio de los restos materiales con el fin de rastrear su origen geográfico, cultural o cronológico. Esta idea se apoya en la idea de que cada grupo tiene formas particulares y características de elaborar sus objetos, en un espacio y tiempo determinados.
Las escuelas artesanales lapidarias
En las fuentes históricas del centro de México de la época colonial es posible encontrar referencias sobre la gran habilidad que tenían los joyeros prehispánicos para elaborar ornamentos. Dichos bienes eran considerados de prestigio pues servían para la ostentación y prestigio de las altas jerarquías. Su elaboración se llevaba a cabo en talleres controlados por el órgano de poder, quien se encargaba de la obtención, producción, circulación y consumo de ellos. Estos talleres se caracterizaban por estar sumamente organizados, donde el trabajo era supervisado por maestros artesanos, quienes se aseguraban de que se cumplieran los más altos estándares y requerimientos durante la elaboración de los bienes.
Los artesanos palaciegos y el estilo imperial tenochca
En el Códice Florentino hay referencias de maestros lapidarios, amantecas y orfebres que trabajaban en el palacio de Moctezuma Xocoyotzin, dentro del totocalli o “casa de las aves”. Estos artesanos palaciegos fueron elegidos por su capacidad, experiencia y maestría, ya que la gran cantidad de piezas manufacturadas y la periodicidad de las festividades en que se usaban, con fines rituales y de ostentación del poder, necesitaban de experimentados maestros tolteca de tiempo completo con gran habilidad y destreza.
La concha, ¿una piedra de agua?
Las conchas y caracoles fueron empleados por los grupos prehispánicos para hacer distintos bienes de prestigio. Entre ellas, las especies de origen marino fueron de las más valoradas, destacando las conchas nacaradas, como Pinctada mazatlanica y las ostras espinosas de tonalidades rojizas, moradas y anaranjadas del género Spondylus.
Nuevos materiales y yacimientos
Un aspecto importante relacionado con el origen de un objeto lapidario está en el estudio de las materias primas en que está hecho, ya que la identificación de un material pétreo exótico en un sitio o región no implica necesariamente que se trate de una manufactura foránea. Así mismo, muchas veces se considera que el yacimiento de origen geológico es el lugar de elaboración de los objetos. Si bien en algunos casos existen talleres cercanos a los afloramientos, ello no implica necesariamente que todos los objetos hechos en dicho material provengan ya manufacturados de aquellos talleres.
Nuevos estilos y reliquias
Para conocer la tecnología prehispánica empleada por los artesanos lapidarios se requiere analizar el conjunto de instrumentos de trabajo, técnicas, conductas y maneras de hacer las cosas, así como sus cambios o persistencias a través del tiempo.
Recreaciones y emulaciones
Entre los materiales ofrendados en el Templo Mayor de Tenochtitlan se han identificado objetos que resultaron ser imitaciones locales, como dos urnas Fine Orange de Campeche, dos vasijas Cholultecas y una urna Plumbate del Soconusco o Guatemala. Una de las formas en que se pueden detectar estas piezas es a través de los cambios morfológicos, tecnológicos y en las materias primas empleadas.
Morfometría: entre la proporción y el estilo
La morfometría geométrica es una herramienta muy útil para clasificar materiales arqueológicos. Para ello deben tomarse fotografías de las piezas bajo estudio, en las cuales se colocan marcas o puntos de referencia, mismos que servirán como coordenadas para describir la forma general de los objetos a través de procesos estadísticos.