En las primeras décadas del siglo XIX, México se abrió como nunca antes a la mirada de los viajeros extranjeros. Esto se debió principalmente a que, hasta antes de 1800, la Corona española guardaba celosamente el acceso a sus reinos americanos a casi todos los extranjeros, con el fin de proteger sus intereses comerciales y políticos.
Una vez consumada la Independencia en 1821, los motivos para visitar estas tierras fueron diversos: la curiosidad científica y el deseo de explorar, la atracción por lo lejano, la llamada de lo exótico, la querencia por el trópico, el afán enciclopédico, el romanticismo, las fantasías personales y la búsqueda de un paraíso.