Introducción
Los pueblos prehispánicos sabían muy bien cómo trabajar la piedra y el barro. La manipulación de estos dos materiales transformó la vida de los olmecas, teotihuacanos, zapotecos, mayas, toltecas, mixtecos, culturas de Occidente y mexicas.
Por ejemplo, los nómadas que vivían en el norte de nuestro país fabricaban cuchillos y puntas de flecha para ayudarse en la cacería e imprimían en las piedras símbolos que aún hoy no han sido descifrados del todo. Más al sur, los pueblos agrícolas usaron este mismo material para hacer metates y hachas, para construir pirámides y para tallar pequeñas y grandes esculturas.
Los pueblos sedentarios también aprendieron a usar el barro y con él hicieron muchos objetos útiles, como vasijas, platos y ollas. El barro les sirvió, además, para crear representaciones del mundo en que vivían o imaginaban: modelaron figuras de comerciantes, cargadores, tejedoras, guerreros, animales y dioses.
Simbología en fragmento de muro
Los muros interiores de los templos de Palenque estaban decorados con tableros de piedra caliza, muy abundante en la región. Los tableros representaban figuras humanas en forma naturalista, lo que demuestra un culto a la individualidad.
La escultura arquitectónica maya se ordenaba de acuerdo con su cosmovisión, en tres planos: la parte inferior correspondía al inframundo, el tablero a la tierra y la banda superior al cielo.
En este fragmento (Periodo Clásico, 200 – 900 d.C.) se aprecia a dos jóvenes de la clase noble en un ritual. Se ha dicho que su apariencia tiende a lo femenino: ambas portan tocados, collares con pectoral y bolsas de copal Sus rostros se inclinan en direcciones opuestas, pero con una misma actitud.